Para ella era otro de esos malditos días
en los que se te cae un poco más la vida.
En los que se sentía
-cada vez más-
incapaz de ver una salida.
Y cansada de su infierno
y de demonios
ya no esperó la llegada de un nuevo día.
Y el amanecer la encontró en su dormitorio,
vestida de rojo,
con las venas abiertas
y el brillo de unas últimas lágrimas
aún clavadas en el marrón de sus ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Opiniones