jueves, 24 de noviembre de 2016

Para ella era otro de esos malditos días
en los que se te cae un poco más la vida.
En los que se sentía 
-cada vez más-
incapaz de ver una salida.
Y cansada de su infierno
y de demonios
ya no esperó la llegada de un nuevo día.

Y el amanecer la encontró  en su dormitorio,
vestida de rojo,
con las venas abiertas
y el brillo de unas últimas lágrimas
aún clavadas en el marrón de sus ojos. 



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