Parece ser que nuestras vidas están hechas por un cristal demasiado frágil, que con el más debil de los golpes se rompe en mil pedazos. Podemos volver a pegarlos todas las veces que sea necesario, pero cada vez faltan más pedazos de nosotros mismos, cada vez estamos más huecos, más vacíos, más débiles... Más insignificantes.