Me levanto,
cansada de dar vueltas en la cama,
intentando conciliar un sueño que
no llega
porque hasta Morfeo parece
haberme abandonado.
Veo mi puerta cerrada,
las persianas bajadas,
el rayo de luz
que intenta colarse en mi vida por
una pequeña rendija.
Y mientras me miro en un espejo
-en el que no veo nada-
me inyecto en vena una dosis diaria de recuerdos
que me den algo de calma,
noto como mi cuerpo se relaja,
la imagen del espejo se vuelve más nítida,
mi reflejo me devuelve un intento de sonrisa
y una mirada desesperada.
la imagen del espejo se vuelve más nítida,
mi reflejo me devuelve un intento de sonrisa
y una mirada desesperada.
Mientras vuelvo a la cama
me fijo en la puerta
pienso en por qué sigo cerrándola con llave
si aquí no intenta entrar nadie
ni queda tampoco quien quiera marcharse.
Recuerdo la alegría que las paredes escupían
cuando aún tenía vida.
Y me pregunto cómo fue que se
coló aquí dentro toda esta tristeza,
haciéndome abrir la puerta
invitando a todos
a que se fueran.